sábado, 1 de mayo de 2010

YO RECONOZCO 16

Corría el año dosmildós o más o menos, cursaba cantidad de materias que asustaban hasta a Stephen King, tenía un novio actor y una madre enojada (porque le gustaba más mi novio anterior, que era divino, matemático, todo prolojito y requete educado) y un trabajo en el que mi jefa me decía "I'm agreed with you." Debía presentarme para ese infinito final en esa fecha: 22 de noviembre, martes, 8 am, con muestra de orina, en ayunas y remera limpia; de lo contrario, la existencia del mundo estaría en serio riesgo de seguir normalmente, como si nada pasara.
Habíame estudiado hasta la fecha de desintegración de la materia prima con que se había construído, de forma artesanal, el felpudo en el que el rey Offa, anglosajón, solía apoyar sus pies. Pero, claro, al haber desperdiciado tanto tiempo en semejantes detálies, la última unidad me miraba desde la pulcritud del folio impoluto."Má' si yo me presento todo lo mismo," me autosusurré al oído y marché.
Como mi mini-historia es más predecible que película de Cameron, ya todos sabemos que me tocó la bolilla 88: "The English Reformation" y la rechochi de su abuela en publicidad de Victoria's Secret.


No lo dudé.

Resbalóse el apunte por debajo de mi banco de capilla.

Y ME COPIÉ.

Si señores, me copié, cual adolescente en edad de porro, me copié.

Y claro, me saqué un súper diez, felicitada, que placer de alumna vishalba. Contenta me fuí, pero juré y rejuré que la próxima empeza a estudiar más temprano, como mi prima Daiana Elizabeth (linda salió en la foto, eh).

 
 
 
 
 
Yo sé que ustedes también hicieron trampa. En algo hicieron trampa. Cuentenlón, no sean perfectos, por favor.